“Aun con toda la modernidad, vamos a añorar el olor, el polvito que caía, el crujido de la madera…”

El director de la Compañía de Teatro de la Universidad de Antofagasta, Raúl Rocco, compartió sus emociones ad portas de la remodelación del histórico Teatro Pedro de la Barra.

 

Raúl Rocco recorre el Teatro Pedro de la Barra una y otra vez, revisando que ningún objeto de valor quede olvidado. Fotos antiguas, vestuario, las viejas máscaras ornamentales que recibían a los visitantes, todo debe quedar debidamente embalado. Incluso los históricos afiches de las cientos de obras que han pasado por sus tablas fueron retirados… Bueno, los que pudieron recuperarse, porque muchos estaban tan pegados al yeso de las paredes, que todo intento por sacarlos terminaba con el cartel hecho girones.
Esto, de hecho, es lo que más lamenta el director de la Compañía de Teatro de la Universidad de Antofagasta. “Es imposible sacarlos, yo mismo retiré los afiches de esa pared (apunta en dirección a calle Condell) que estaban corcheteados, pero los otros no se pudo”, explica Rocco, mientras da un último vistazo a algunos de ellos.
El viernes 21 de enero fue un día especial para este actor y director teatral. Debía entregar definitivamente el viejo inmueble a la empresa que desarrollará su proyecto de restauración y puesta en valor. Serán dos años de trabajo para transformar el antiguo Teatro Pedro de la Barra en uno nuevo, con todas las comodidades de un escenario moderno.
“Da un poco de pena, porque uno se acostumbra a los lugares, por muy derruidos que estén. El tablón que suena, el olor de la madera, el polvito que cae del techo, todo tiene un recuerdo asociado, pero sabemos que es para mejor”, relata con una profunda mezcla de emociones.

El viejo escenario artístico será completamente remodelado.

¿Qué significado tiene para usted el Teatro Pedro de la Barra?
Para mí significa toda una vida. Yo cuando egresé de la carrera de Castellano, en lugar de ponerme a hacer clases, me dediqué al teatro y puse toda mi alma y espíritu a disposición de la compañía. Entonces es lo que he hecho desde que empecé a trabajar, y eso me marcó. Por eso digo que todo lo que hago está pasao a teatro. Es mi hogar, y este teatro especialmente, porque aquí empezó todo. Se me confunden las emociones, sabemos que lo vamos a echar de menos, sabemos que vamos a recordar muchas cosas, pero sabemos también que es por el bien del teatro en general, porque si esto no se arregla, terminará deteriorándose. Para nosotros es muy bueno sentir y pensar que a partir de esta restauración, todo lo que hicieron quienes dieron origen a este teatro, más los que hemos hecho las siguientes generaciones, va a perdurar muchos años más.

¿Qué rol ha tenido este teatro en el desarrollo de las artes escénicas en el norte?
Siempre he pensado que esta compañía es la piedra angular del movimiento teatral del norte. Puede parecer pedante, pero todo lo que significa acción teatral está conectado a la historia de esta compañía. A esa suerte que tuvimos en que don Pedro de la Barra se interesara en esta semilla que comenzó a crecer aquí el año 1962, y decidiera afincarse acá y profesionalizar esta actividad, darle herramientas firmes para que el movimiento tomara fuerza. Pedro de la Barra dejó un legado enorme en gente como Teresa Ramos y Ángel Lattus, que fueron sus discípulos directos y que han traspasado toda la mística y conocimientos del maestro a las generaciones que siguieron, entre ellas la mía, y que nosotros ahora estamos traspasando a los que vienen de aquí en adelante.

¿Qué grandes hitos recuerda en estas seis décadas?
Hay hitos iniciales, como cuando Pedro de la Barra hizo los primeros montajes masivos el año 1965 e incorporó al coro y la orquesta, con una cantidad enorme de gente trabajando. Están también los montajes de las inserciones que comenzó a hacer Ángel Lattus en los años 70 junto a Teresa Ramos; y después, de los 80, que es la historia que yo viví, destaco la obra Orquesta de Señoritas, que fue muy aplaudida a nivel nacional e internacional. Y más adelante, en los 90, esta fusión que hicimos con las novelas de Hernán Rivera Letelier y que comenzó con La Reina Isabel Cantaba Rancheras, que así como fue la novela que lanzó al estrellato como escritor a Hernán, a nosotros también nos hizo muy conocidos. Estuvimos 12 años con esa obra en cartelera. Y otras obras que no fueron tan taquilleras, pero que a mí me marcaron mucho en lo personal, como Jaguar Azul, con la cual recorrimos Chile.

¿Este paso de lo moderno a lo nuevo, qué sensaciones le genera?
El teatro evoluciona permanentemente por una cuestión natural. Todo lo que nosotros hagamos va a estar teñido por el contexto actual, y por esa misma razón el teatro que hacíamos hace 20 años no es igual al que hacemos ahora, porque estamos incorporando otras tecnologías y temáticas. Por eso, si pudiésemos hablar de teatro antiguo y teatro nuevo, eso no tiene mucho que ver con el tipo de edificio. No significa que por el hecho que lo restauraron, ahora vamos a hacer obras muy contemporáneas y post modernistas; no, podemos hacer acá un clásico también, pero la forma de hacerlo será mucho más cómoda para los actores, para el público.
Esta restauración nos permitirá tener un teatro en mejor estado, más cómodo, amplio, con las medidas de seguridad y con tecnología de iluminación, sonido, audiovisual acorde a los tiempos, pero la esencia del teatro no va a cambiar.

¿Un nuevo Pedro de la Barra implica un renacimiento del teatro en Antofagasta?
Yo viví desde el año 80 toda la evolución que tuvo el teatro, en dictadura, en democracia luego, y todo ese desarrollo que tuvo a través de la evolución social que hubo en el país y el mundo. Y yo podría decir que hemos evolucionado bastante bien. Antofagasta es una de las cuatro ciudades culturales más importantes de Chile, siempre ha habido cultura acá, movimientos grandes, grandes artistas, grandes escritores, grandes músicos; entonces hay movimiento, hay acción cultural artística en Antofagasta desde siempre. Actualmente, gracias a la carrera de música y la carrera de teatro, y de las generaciones que han salido de la universidad, hay muchos grupos que se están formando y que están haciendo teatro profesional con gran aporte. En ese sentido, hay una evolución muy positiva, pero lo que más falta son los espacios para hacerlo. Hay más gente dedicada al arte, pero no están los espacios, y este proyecto responde a eso.

Raúl Rocco lleva cuatro décadas vinculado al Teatro Pedro de la Barra.

¿Extrañará estas viejas maderas?
Lo hemos hablado harto con los colegas y vamos a extrañar mucho, de hecho estamos tratando de guardar harto material audiovisual, fotográfico, para tener recuerdos. Después seguramente vamos a mirar ese material como esos álbumes familiares que uno tiene, y vamos a conversar y recordar, y añorar también, porque los espacios, por más feos que sean físicamente, o más derruidos que estén, se convierten en una añoranza, porque son las historias que en ellos suceden las que a uno lo conectan. Y aquí hemos vivido tantas cosas hermosas que están relacionadas con nuestro oficio, con nuestras emociones, con nuestra vida, que es inevitable que aun con toda la modernidad que vamos a tener en el nuevo edificio, vamos a añorar el olor, el polvito que caía de repente, el crujido de la madera… Serán bonitos recuerdos, sin duda.

¿En lo íntimo, cómo se despide de este espacio?
Afortunadamente tuve la oportunidad de estar en todo el proceso de embalaje de la mudanza y creo que ha sido terapéutico. Otros colegas que no han estado acá y han venido a buscar cosas, entran al teatro, lo ven desnudo y quedan impactados. Yo siempre recuerdo que mi mamá, cuando mi papá falleció, se mantuvo muy firme, y después me explicó que ella lo había llorado durante toda la semana que estuvo en agonía. Creo que algo similar me ha pasado a mí en estas dos semanas intensas que hemos tenido, de ir desprendiéndonos de las cosas. Eso me ha servido, he ido dosificando esa pena que le genera a uno despedirse de algo que quiere tanto. Así que estoy bastante firme, creo. Estoy asumido, pero además consciente que no es que nos vamos a ir y esto se va a demoler, sino que va a renacer. Eso es motivante, y bonito.

Pero la actividad teatral no se detiene en estos dos años…
Claro que no. En el Campus Coloso hay un espacio y se está presentando un diseño con módulos para un teatro. Son alrededor de 12 containers que estarán distribuidos de tal forma, que van a crear un espacio escénico donde vamos a presentar obras y podremos hacer lo que se nos antoje, porque será bastante espacioso. Los containers van a servir de camarines de oficinas, bodegas, sala de maquillaje, y por dentro estará ese espacio escénico que luego quedará para la carreta de teatro u otras actividades de la universidad. Por mientras estaremos ahí, hasta que en un par de años volvamos al nuevo Pedro de la Barra.

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