“Antofagasta tuvo 30 teatros, pero de ellos ya no queda ningún rastro físico”

*Alberto Olguín Durán, académico de la UA y autor del libro Los Teatros Olvidados

Por Iván Pereira Pizarro

Alberto Olguín, Autor del libro.

Alberto Olguín, Autor del libro.

Cuando Antofagasta aún era parte del territorio boliviano, e incluso antes de tener un hospital, un lazareto o una municipalidad, ya tenía un teatro, comenta el actor y director Alberto Olguín Durán, quien ve en este detalle un símbolo de lo relevante que fueron estos espacios para la construcción de la sociedad de fines del Siglo XIX y comienzos del XX.

El director de la carrera de Artes Escénicas de la Universidad de Antofagasta dedicó los últimos cuatro años a reconstruir la historia de estos salones, a veces lujosos y a veces modestos, que durante décadas recibieron a artistas de renombre internacional, pero también a pequeñas compañías, dirigentes sociales o a los políticos de turno, porque -según describe Olguín- los teatros “no sólo fueron espacios de ocio y entretenimiento, sino que también de todo tipo de expresiones y manifestaciones”.

“Los Teatros Olvidados” (1871-1930), se llama la segunda obra de Alberto Olguín, que relata una faceta poco conocida, pero muy importante del desarrollo de Antofagasta.

¿Cómo surge la idea de escribir este libro?
Hice toda mi vida en un teatro, precisamente en el Teatro Pedro de la Barra, donde fui de niño como espectador, y luego como estudiante y artista, por lo tanto, siempre supe que un teatro era mucho más que un lugar para presentar obras o espectáculos. Y así cuando comencé a investigar su historia, comprendí que el teatro se expandía hacia la comunidad desde un plano civil, social, político y artístico. En ese momento entendí que los teatros son claves en la constitución de las ciudades.

¿Cuándo nace el teatro en Antofagasta?
El primer teatro abrió en 1871, al costado del cuartel de bomberos de calle Sucre, y duró casi 20 años, hasta que se quemó en 1890. Cuando la comunidad se quedó sin ese lugar, comenzaron a surgir otros espacios que se gestan con la intención de ser teatros. Así nos encontramos con distintos tipos de salones, de estilo neoclásico, tradicional a la italiana con butacas, además de galpones y carpas que se llamaban pabellones. Es importante ubicarse en la historia, porque en ese momento no estaba abierto el Canal de Panamá y quienes viajaban desde Buenos Aires a Lima tenían una parada obligada en Valparaíso y Antofagasta. Eso hizo que comenzaran a pasar muchas compañías de teatro de distintos países por la ciudad.

¿Cuántos teatros tuvo la ciudad?
Entre 1871 y 1930 hubo 30 teatros, pero simultáneamente funcionaron hasta 8. Eso para una comunidad de 50 mil habitantes es muchísimo. Había una necesidad de entretención y de manifestarse. El teatro se entendía como un espacio público, aunque fueran privados. Los teatros ofrecían toda manifestación que la comunidad requiriera, por lo tanto la gente iba a presenciar boxeo, a ver una opereta, o incluso a discutir con el político de turno en una asamblea.

Varias organizaciones civiles formaron sus propios teatros…
Estaba el teatro de la Sociedad de Socorros Mutuos, que funcionó a la vuelta del teatro Pedro de la Barra y hasta hace muy poco permanecía. El de la Federación Obrera, que era el teatro del Partido Comunista. También el teatro Popular, el Teatro Bellavista. Cada uno con su espectáculo singular, en un comienzo muy de comedia, después obras patrióticas por la influencia de la Guerra del Pacífico y luego se convirtieron en un espacio bastante popular, donde se hablaba de problemas que tenían que ver con los ciudadanos.

¿Qué tipo de público asistía a estos espacios?
Todos y todas. Sin distinción de clases. Aunque todos los teatros del mundo son el reflejo de sus comunidades y en Antofagasta, a medida que la ciudad crece, aparece un espíritu aspiracional en las clases más altas. Pero en general, todos entraban al teatro, desde niños hasta adultos, porque también había entradas populares. La gente vibraba con el teatro, imagínate que cuando llegaban artistas de renombre, los iban a buscar al puerto y los traían en andas a la ciudad.

UNA CIUDAD SINGULAR
Antofagasta desde un comienzo fue una ciudad moderna, dice Alberto Olguín. Estaba conectada por el puerto y tenía una industria extractiva que atraía a personas de todos los rincones del mundo, lo que explica el rápido desarrollo que tuvo el teatro en sus primeras décadas.
“Es increíble, pero en Antofagasta no era muy extraño que el mismo día que actuaba Rosita Carrera, estuviera Margarita Xirgu en otro teatro. Es como que hoy hubiese actuado Julia Roberts y Billie Eilish en distintos salones y a la misma hora”, relata el autor.

¿Cómo se explica este auge?
Es una condición propia de sociedad chilena de la última parte del Siglo XlX. En Santiago y Valparaíso había muchos teatros. Y Antofagasta, siendo una ciudad chica, tuvo también una gran variedad de teatros. Este auge tuvo diversas causas, pero creo que la principal tiene que ver con la modernidad, porque es propio de la modernidad contar teatros, cafés, salones de cine, bares. Todo esto, impulsado también por los inmigrantes que instalaban una parte de su tierra natal en la ciudad.

¿Qué artistas pasaron por Antofagasta?
Margarita Xirgu para mí es la más grande actriz española que pisó el suelo antofagastino. También Anna Pávlova, que fue la bailarina más influente del mundo de la danza en ese momento. La rusa fue reconocida por su interpretación del papel de “La muerte del cisne”, además se convirtió en la primera bailarina en viajar por todo el mundo, incluyendo Sudamérica, India y Australia. Acá también estuvo Antonio Aramburo, un tenor superlativo de clase mundial, reconocido por todos. El español Baudilio Alió fue otro personaje que se convirtió en el primer director de teatro en Antofagasta. Además, de las películas que se hicieron en la ciudad. Aquí se grabaron 8 filmes entre 1926 y 1928, pero la industria no perduró por la crisis salitrera y la llegada del cine sonoro.

¿Cómo fueron desapareciendo los teatros a lo largo del tiempo?
Lamentablemente desaparecieron porque siempre ha existido en la ciudad una cultura extractivista, es decir, derrumbar lo que tenemos y ocupar ese espacio para otra edificación. El mejor ejemplo es lo que ocurre actualmente con el Conservatorio de Música, que se transformará en un edificio de departamentos. Así se ha hecho en Antofagasta a lo largo de la historia.

¿Qué conclusión sacas después de haber investigado a fondo la historia del teatro en Antofagasta?
Que cuando creemos que un teatro es sólo un lugar para presentación de espectáculos artísticos, estamos muy equivocados. Un teatro es un espacio heterotópico, es un lugar que vale por sí mismo, ya que abarca todas las conductas y acciones de la comunidad. Cuando está lloviendo, tú entras al teatro y puede ser primavera, y cuando las cosas no están bien en la ciudad, dentro de un teatro se puede organizar la comunidad para solucionar el problema. Es también es un espacio de solidaridad, porque se hacen funciones a beneficio.

¿Qué puedes decir sobre el legado cultural que dejaron los teatros?
Este libro termina explicando que una ciudad no se puede construir con la memoria cultural que se basa exclusivamente en la tradición oral. Es una construcción que necesita rastros físicos vivos y nosotros, lamentablemente, los perdimos todos. De los 30 teatros que yo nombro en el texto, ninguno perdura físicamente y eso muy negativo, porque la memoria cultural no se construye solamente con el relato, se tiene que construir con los objetos y la materialidad. Es importante entender que en los teatros ocurre la convivencia. Y en esta pandemia todos nos dimos cuenta que lo más necesitamos es la convivencia, y los teatros ofrecen la máxima expresión de aquello.

¿Qué futuro tiene el teatro en mundo donde avanzan las plataformas digitales?
El teatro nació en crisis, ha vivido en crisis y seguirá viviendo en crisis. Ocurre una guerra mundial y cierran estos espacios, viene una pandemia y los vuelven a cerrar. Tuvimos que migrar al internet para ver obras. Pero bastó un poquito de normalidad para que se abrieran los teatros y la gente volvió a los salones. Este espacio es importante, porque es la coincidencia espacial, territorial y cronológica de los seres humanos, que se ponen de acuerdo para ir ver algo y otros para mostrar ese “algo”. Y ese acto de convivencia está en la naturaleza, y no se puede evitar.

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Ficha
Los Teatros Olvidados fue financiado con el FNDR 2% Cultura y es la segunda obra de Alberto Olguín. Cuenta con una versión digital y en audio está disponible en www.misterix.cl

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claudia.fritis.i@gmail.com

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