No hemos aprendido nada: A 30 años del aluvión en Antofagasta académico UA analiza las zonas de alto riesgo

Un 18 de junio de 1991, la ciudad de Antofagasta experimentó una de las catástrofes más difíciles de toda su historia. Diversos aluviones afectaron al área central de la capital regional dejando como resultado, la muerte de 91 personas, una decena de desaparecidos y casi 800 heridos. A pesar de que se ve como un acontecimiento lejano que marcó a miles de antofagastinos, en treinta años no hemos aprendido mucho, pareciera que los mismos errores cometidos en el pasado, siguen ocurriendo hoy, así lo expone el director del Centro de Ingeniería en Mitigación de Catástrofes Naturales de la Universidad de Antofagasta, Jorge Van Den Bosch.

Según el experto, estamos un poco mejor preparados que hace tres décadas, pero aún así existen falencias en los altos terrenos cordilleranos que circundan a la ciudad de Antofagasta. Van Den Bosch explica que hay 22 hoyas hidrográficas, las cuales colectan agua durante las lluvias, la que, por un efecto obvio, descenderá ante un evento natural por la veintena de quebradas que tiene la capital regional. Sin embargo, en la actualidad casi todas cuentan con la presencia de tejido urbano, de modo que el barro ineludiblemente pasará por casas e instalaciones habitadas por una parte de la comunidad antofagastina.

Si bien Antofagasta se caracteriza por no tener altos índices de milímetros de agua caída durante el año, se sabe que en el desierto también llueve cada cierto tiempo. Esto, por causas como el verano hemisférico, tras las bajas presiones del Amazonas, conocido como “invierno boliviano”, y por otra parte, la interacción del aire cálido y húmedo del norte de Chile.

Pero uno de los factores más conocidos del último tiempo, es el fenómeno mencionado como “gota fría” o “baja segregada”, un evento que conocimos de cerca el año 2015 cuando potentes aluviones afectaron a las comunas de Taltal, Chañaral y Copiapó. En esa oportunidad el registro de lluvia de la Estación Coloso de la UA marcó 31.5 mm de agua caída en menos de 15 horas, sin embargo en Antofagasta no sucedió el efecto aluvión ya que las hoyas hidrográficas estaban despejadas y el fenómeno climático sucedió más al sur de la capital regional.

 

Calle Baquedano, 1991

 

Causas del gran desastre

A juicio del experto, fueron tres las causas principales que ocurrieron esa noche para provocar el desastre del 18 de junio de 1991. La primera sería, que en las quebradas Salar del Carmen, La Cadena, Baquedano, El Toro y Jardines del Sur, los canales naturales que evacuan el barro al mar estaban poblados, cosa que los años anteriores no ocurría. La segunda, es que a pesar de que hubo una advertencia de la intensidad de esta lluvia, algunos pilotos de línea aéreas habían comentado públicamente, como también el registro sinóptico emitido con 24 horas de antes, que se evidenciaba la incursión de un frente frío muy agresivo.

Finalmente, la causa de mayor peso, es que la intensidad de la lluvia resultó ser extrema, precipitaron 51.3 mm en tres horas, ósea 23 mm durante la primera hora, 15.7 mm la segunda y 12.6 mm la tercera hora. La hoya hidrográfica “La Cadena” es considerada de respuesta rápida, así evacuó las tres horas de lluvia torrencial en sólo 8 horas de escurrimiento, siendo el transcurso de la cuarta y quinta hora el instante de mayor fuerza y destrucción de este catastrófico e histórico evento natural. En ese momento el barro alcanzó los 14 m3/seg., donde el aluvión bajó en pulsos producidos por basuras y escombros a distintos lugares de Antofagasta, causando el desastre.

Los Campamentos “Zonas de Alto Riesgo”

Por otra parte, durante los últimos años se ha configurado una nueva zona de riesgo en los sectores altos de la ciudad como lo son los campamentos. Según Van Den Bosch, estos sectores habitacionales ubicados en el mismo cerro han sido intervenidos por las mismas personas que habitan en el lugar y esto puede traer como consecuencia la desestabilización de la pendiente natural del cerro y con ello el riesgo inminente de producir deslizamiento de masas durante una lluvia intensa.

En consecuencia, los campamentos que están ubicados en los conos de deyección del cerro no tienen riesgo de aluviones en general, pero sí de movimientos de masa muy desastrosos, porque es difícil resistir una carga de material sólido, tanto para las construcciones precarias, como para las personas, lo anterior, por estar ubicadas las casas en plena falda superior del cerro.

 

Avenida de barro en Campamento Aurora Esperanza. Simulación hidráulica hecha por el Centro Catástrofes . Fac. Ingeniería. Universidad de Antofagasta. 2019

 

Precauciones

Van Den Bosch recomienda que, si un frente de estas características vuelve a suceder en nuestra región, lo primero que la comunidad debe hacer es mantenerse alerta a los pronósticos y tener un plan de acción. “Recomendamos que, durante el día, cuando se puede apreciar el entorno en que vivimos, observen los lugares con altitud, lomas, punta de pequeños cerros, etc. Aquellos lugares altos que estén lo más cerca de nuestras habitaciones, recordarlos y señalarlos al grupo familiar, de modo que todos conozcan esta zona segura. Deben tener presente que el barro y agua proveniente de las quebradas bajará por los sectores más bajos, por lo que es importante observarlos para conocer por dónde pasará el barro, es decir, la zona de peligro”. Según el experto, este sencillo procedimiento puede valer mucho a la hora de enfrentarnos con eventuales aluviones en Antofagasta.

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