“Estamos viviendo en la zona del planeta desde la cual se dará respuesta a nuestra posible soledad en el Universo”

*Eduardo Unda-Sanzana, director del Centro de Astronomía de la Universidad de Antofagasta, CITEVA.

¿Existe vida en otros puntos del Universo? es una pregunta que se repite hace cientos de años en la mente de científicos de todo el mundo, y que el astrónomo Eduardo Unda-Sanzana confía que, en un futuro no muy lejano, será posible responder gracias al conocimiento generado desde Antofagasta.
Pero el director del Centro de Astronomía de la UA advierte que para que esto efectivamente ocurra, será necesario asegurar que los grandes observatorios que estudian el Universo desde la región (los actuales y los del futuro), puedan trabajar en condiciones adecuadas. De lo contrario, tales avances estarán en riesgo o se postergarán.
Unda-Sanzana es autor de una propuesta de moción constitucional que plantea declarar la atmósfera como “bien común”, brindándole reconocimiento y protección en la nueva Constitución, idea que cuenta con apoyo de la convencional constituyente, Cristina Dorador, y que persigue justamente este objetivo de protección.
Para el astrónomo, la situación se resume así: estamos viviendo en la zona del planeta desde la cual se dará respuesta a esta eterna pregunta sobre nuestra posible soledad en el Universo, pero tenemos que cuidar que, más allá de ser anfitriones de la extraordinaria tecnología que necesitamos para responder la pregunta, mantengamos condiciones que permitan este trabajo científico.

¿Cómo surge la idea de declarar la atmósfera un bien común y establecerlo así en la Constitución?
– Durante 2020 trabajamos con la académica Gladys Hayashida en crear un grupo académico en la Región de Antofagasta, mayormente de la Universidad de Antofagasta, pero incorporando luego a colegas de la Universidad de Tarapacá y la Universidad Católica del Norte, llamado el Grupo de Expertos Autoconvocados (GEA). GEA se planteó acercar el mundo de la política y la ciencia tratando de influir en los programas de quienes en ese momento eran candidatos a distintos puestos políticos, con el ánimo de instalar ahí la preocupación sobre temas prioritarios desde el punto de vista científico. En ese contexto es que, considerando las elecciones a convencionales constituyentes, comenzamos a considerar temas que pudieran ser de interés para la nueva Constitución.
Yo venía trabajando hacía años en temáticas de contaminación lumínica, por lo que mi primer acercamiento a este desafío consideró sólo esta preocupación. No obstante, al reflexionar sobre el sentido de “marco fundamental” que ofrece una Constitución, me hizo más sentido abordar esto desde el punto de vista de la protección de la atmósfera en general, ante cualquier forma de contaminación. Esto viene a ser mucho más robusto que escribir algo específico sólo para contaminación lumínica, pues se aprovecha la misma oportunidad para establecer una protección de la atmósfera ante otros problemas globales que se originan en alterar sus características naturales, por ejemplo, el calentamiento global.

¿Algún otro país del mundo ha implementado este reconocimiento?
– Hasta donde he podido averiguar, no. En otras constituciones existen referencias al ambiente en general pero no a elementos específicos de éste. Sin embargo, en el proceso de escribir la nueva Constitución chilena se creó la Comisión de Medio Ambiente que, dentro de su mandato, tiene como tarea ver la creación de estatutos constitucionales para los minerales, agua, territorio marítimo, energía, tierra… y resulta que el aire no estaba en este listado. Me pareció que si iba a haber menciones específicas a aspectos del ambiente, entonces el aire debería ser, de hecho, el primero. Podemos pasarnos toda la vida sin ir al mar, pero no podemos pasar más que unos instantes sin respirar.

¿Qué efecto concreto podría tener una medida como esa en la protección de los cielos?
– Si es aprobada, sentará las bases de las futuras protecciones legales del cielo. Hoy en día algunas de estas protecciones existen, como vemos por ejemplo con la existencia de una norma ambiental que, desde años 90, controla las emisiones lumínicas en algunas regiones del norte del país. El problema es que hasta 2019 la luminosidad artificial no existía en la legislación ambiental, de modo que la norma ha actuado en solitario, con poco efecto. El camino de construcción de las protecciones legales lo hemos ido haciendo sin buenos cimientos, parchando el sistema. La nueva Constitución ofrece una oportunidad de corregir esto, estableciendo buenas bases sobre las cuales construir un edificio de leyes y reglamentos que funcionen armónicamente entre sí para lograr lo planteado a nivel constitucional. Dentro de esto último, algo que me parece muy necesario es que hemos planteado que las condiciones naturales de la atmósfera se deben restaurar. Tenemos que evitar acostumbrarnos a la contaminación y considerar normal el creciente nivel de contaminación que cada nueva generación recibe. Científicamente conocemos las propiedades de la atmósfera, lo que nos ofrece parámetros objetivos que usar para evaluar cualquier acción futura que persiga este fin.

¿Cuál diría usted que es la situación actual de los cielos del norte en relación a la contaminación lumínica, hay algún índice que mida este problema?
– Contamos con análisis globales de contaminación lumínica, generados aproximadamente cada 6 años por grupos internacionales. Además, existen catastros que se actualizan regularmente en base a información satelital e indirectamente nos permiten evaluar el problema. La situación es preocupante. En los últimos 25 años no sólo hemos visto crecer la contaminación lumínica de las ciudades, sino también emerger muchas faenas mineras nuevas, sobre las cuales la capacidad de control por parte de la ciudadanía es muy baja: podemos reemplazar a un alcalde cuya gestión no nos guste, pero no a un gerente de una minera. Esto es algo que me parece incomprensible considerando que el costo de hacer buenos diseños de iluminación pudieron ser meramente una parte del modelo de negocio de las empresas mineras. ¿Tan ambiciosos somos que necesitamos exprimir hasta el último peso de ganancia sin que nos parezca una buena inversión generar una iluminación que cuide la salud y calidad de vida de los seres humanos y ecosistemas? Y eso es algo que entiendo que para muchas personas va a ser mucho más prioritario que el cuidado astronómico de los cielos, aunque ambos objetivos van de la mano y se logran al aplicar las mismas medidas.

¿Está en riesgo el potencial astronómico de la región y de Chile debido a la contaminación lumínica y la desprotección de los cielos?
– Claro, el riesgo nunca es cero. Creo que las empresas que operan en el desierto han desaprovechado la oportunidad de liderar a nivel mundial en esta materia, generando experiencias modelo de relación virtuosa con otras actividades, como la astronomía, que requieren cielos sin contaminación. Me sorprendería mucho escuchar que las empresas que operan en el desierto no han escuchado nada sobre la notoriedad mundial de la astronomía en el norte de Chile y cómo los proyectos astronómicos más grandes y avanzados se construyen en el territorio nacional. Dado ese contexto las ciudades y empresas que coexistan con esos proyectos van a llamar la atención del mundo, pero creo que deberían hacerlo por su visión y sentido de oportunidad, desarrollando soluciones de iluminación modelo para todo el planeta. Es posible generar diseños de iluminación que cumplan con las expectativas de la ciudadanía en cuanto a seguridad, salud, etc., sin que ello requiera rebajar la calidad natural de los cielos para la observación astronómica.

Siendo las ciudades las principales fuentes de contaminación, ¿ha habido respuesta desde sus autoridades a este problema que enfrenta la astronomía?
– Ha habido poco contacto con las autoridades comunales y me parece que el interés que han mostrado ha sido más una cortesía sin consecuencias, que un interés genuino en abordar este problema y generar soluciones integrales. En el período de la alcaldesa Karen Rojo pude abordar la materia con algunos concejales y eventualmente exponer ante algunos integrantes del Consejo Regional, pero la gran mayoría no participó o no prestó mucha atención, y no hubo acuerdos al final de la presentación. En lo que va de su período el alcalde Jonathan Velásquez inauguró al menos una obra que choca fuertemente con la normativa de control de la contaminación lumínica. He encontrado una respuesta mucho más interesada en el Gobierno Regional en los dos últimos periodos, pero hay decisiones clave que se toman a nivel comunal, por lo que crear conciencia en el municipio me parece que es un tema pendiente. Creo que los municipios en general debieran establecer relaciones más estrechas con las universidades locales, establecer comités asesores y/o grupos de trabajo permanente sobre materias como esta.

 

ASTRONOMÍA

¿Cómo se enfrenta un astrónomo a la incertidumbre de conocer tan poco del Universo?
– Sólo puedo responder por mí, ya que la respuesta es tan diversa como personas trabajamos en astronomía. En mi caso lo enfrento con la convicción optimista de que la ciencia tiene la capacidad de ampliar nuestras capacidades y permitirnos a los seres humanos, diminutos como somos antes de contar con esta herramienta intelectual, abarcar problemas de tal magnitud como el Universo.

La astronomía busca respuestas a dudas elementales del ser humano, en su caso particular, ¿cuál es la gran interrogante que le gustaría resolver?
– Me gustaría jugar un rol, aunque sea menor, en el desafiante proceso de responder si existe vida en algún otro rincón del Universo. En el pasado mucha gente ha asociado esto al folclor urbano de los OVNIs, pero eso no tiene sustento en evidencia científica. Desde la ciencia el tema nos interesa profundamente, pero lo tratamos de manera metódica, paso a paso, dando el siguiente paso sólo cuando el anterior ya está pisando sobre suelo muy firme. ¿En qué punto vamos? Ya sabemos que existen planetas en torno a otras estrellas y sabemos que entre esos planetas hay algunos similares a la Tierra, que es el mejor modelo que tenemos para buscar signos de vida en otros planetas. Necesitamos poder estudiar sus atmósferas y determinar si su composición revela indicios de que alguna forma de vida interactúa con esas atmósferas. Esto es posible a distancia, pero requiere construir telescopios de gran escala, equipados con instrumentos extremadamente sensibles a las tenues señales de tal interacción. El telescopio más grande del mundo, el ELT, se construye en Cerro Armazones en la Región de Antofagasta y durante varias décadas será el recurso más adecuado que la humanidad tendrá para alcanzar este fin.
Creo que estamos viviendo en la zona del planeta desde la cual se dará respuesta a esta eterna pregunta sobre nuestra posible soledad en el Universo, pero tenemos que cuidar que, más allá de ser anfitriones de la extraordinaria tecnología que necesitamos para responder la pregunta, mantengamos condiciones que permitan operarla y sacarle provecho.

¿Cree que hay respuestas que la ciencia jamás encontrará y, si es así, cree que la astronomía debe abrir un espacio a la creencia en Dios como explicación final?
– No. Expandiendo un poco: esto es un poco como usar el cubierto correcto al momento de comer. Usted puede tratar de tomar la sopa caliente con tenedor, pero le recomiendo usar una cuchara. Para describir, explicar y predecir el funcionamiento del mundo material lo que necesita es la ciencia. La ciencia, sin embargo, no le va a decir si algo es bueno o si algo es bello. Esos temas son propios de la ética y la estética. Entonces, cuando hablamos de “respuestas que la ciencia jamás encontrará”, por supuesto que hay respuestas que la ciencia no puede dar, como por ejemplo si es “bueno” o “malo” quemar combustibles fósiles. La ciencia sólo puede decirme si es posible quemarlos, cómo hacerlo, y qué va a pasar si lo hago. Es gracias a la ciencia que sabemos que la quema de combustibles fósiles produce el grave problema del calentamiento global por medio de la liberación de gases de efecto invernadero. ¿Podríamos haber descubierto este efecto sin la ciencia? Quizás, aunque tratando de tomar la sopa con tenedor es muy posible que nos hubiéramos dado cuenta cuando ya fuera muy tarde. Como nos importa la vida (siquiera la humana) entonces la ética nos dice luego que este fenómeno del calentamiento global, descubierto por la ciencia, es algo malo que está pasando, y que hay acciones que son malas, pues agravan el problema. La ciencia complementa su rango de acción con otras herramientas del intelecto humano, para finalmente, hacer el análisis completo de un problema.

Dado esto, ¿existe un aspecto de los problemas humanos, cuya respuesta requiera un dios?
Mi respuesta es no, que esto fue una explicación provisoria mientras no teníamos otras. Es posible argumentar que la ciencia, como la entendemos hoy, no cumple aún 500 años, mientras que los dioses más antiguos tienen unos 5 mil años y sirvieron durante la mayor parte de nuestra historia como fuentes de explicación de todo aquello que no éramos capaces de explicar de otro modo. Es fácil ver por qué, como humanidad, tenemos un enraizado apego a lo sobrenatural, pero que cada vez se justifica menos. Creo que el sentir religioso irá pasando y se volverá algo de valor meramente histórico si es que no retrocedemos en reconocer en la ciencia el enorme y singular valor que tiene, de modo que el día de mañana cada vez más sea parte de nuestra cultura el usar la ciencia y, desde pequeños, encontrar las explicaciones científicas del mundo.

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