El Trampolín
Por Cristián Zamorano
Académico de la Facultad de Ciencias Jurídicas

Columna de Cristian Zamorano, Académico de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Universidad de Antofagasta
El movimiento del año pasado envió una señal clara a la clase política. Es urgente poner fin a una cierta forma “politiquera” de hacer política, para atacar substancialmente lo que dificulta de manera concreta el cotidiano vivir del ciudadano común. Cacerolazos y marchas quisieron hacer presente que se vive un sentimiento de abandono por parte de la ciudadanía.
Esta sensación de ”oligarquizacion” de la clase política, deja un espacio para la aparición de nuevas actores que deben desligarse de esta “casta” ampliamente desacreditada. De ahí, una alza en la aparición de nuevos independientes; algunos escondiendo militancia; de díscolos de antes la hora, de disidentes que siempre lo fueron pero que no lo habían hecho publico, de los que lo habían dicho pero no en voz alta… es decir, aparecieron unas nuevas tipologías en el vestuario político.
A nivel local, no estamos exentos.
En apenas cuatro meses, Karen Roja se hizo ostensiblemente visible a nivel mediático, empleando una política de “mano dura”, y ganándose la simpatía de numerosos potenciales electores, que por fin se sintieron tomados en consideración.
Su salida, sin embargo, fue muy confusa, en la forma más que en el fondo. Al leer la resolución de la Contraloría, está indicado claramente que la nominación fue invalidada por no haber presentado, conformemente al conducto regular, los antecedentes que validaban lo mencionado en el curriculum.
Poco de “presión política” acá, más bien una aplicación irrestricta de la norma administrativa.
Ahora, estando disponible, la ex-seremi quiere imponerse “de facto” como candidata a la alcaldía, obviando los conductos regulares que impone una militancia en un partido. La presión no esta puesta en ella sino en los partidos de la Alianza.
La política tiene marcos legales que, en este caso, la ambición quiere desconocer. Con una experiencia brevísima en el servicio publico, este modus operandi parece más ser una jugada personal que de interés general. Es decir, lo sucedido tiene más similitudes con un “hold up” estratégico que con una declaración de compromiso moral y ético, a mediano y largo plazo, con el servicio público.